domingo, 11 de noviembre de 2012

Nuestro campo magnético no siempre estará hay



El campo magnético protege la Tierra desviando las partículas con alta carga de energía procedentes del Sol: sin él, la vida en la Tierra sería imposible. El campo magnético se debilita e invierte cada varios siglos, como parte de un ciclo natural. Cuando se producen las inversiones de los polos magnéticos puede haber períodos en los que está ausente, provocando dificultades a los animales que lo utilizan para orientarse.
Francisco Sierra

Europa, helado y quizás con vida


Es un satélite de gran tamaño del planeta Júpiter. Es el sexto más alejado del planeta y gira alrededor de éste a una distancia de unos 671.000 km, completando una órbita aproximadamente cada 3,55 días terrestres. La órbita ligeramente elíptica de Europa se encuentra en un plano paralelo al ecuador de Júpiter. Está compuesto principalmente de rocas que contienen compuestos de silicio y oxígeno.

Las fuerzas gravitacionales mantienen caliente el interior del satélite. La superficie de Europa presenta pocos cráteres. Su principal característica es la presencia de unas líneas anaranjadas que se concentran cerca del ecuador. Parecen ser fracturas en las capas de hielo llenas de material de color naranja que fluye del interior del satélite, formando una red de estrías poco profundas. Imágenes tomadas por la sonda espacial Galileo indican la presencia de géiseres en erupción a lo largo de las fracturas, apoyando así la teoría de que Europa tiene un océano de agua líquida bajo el hielo. También a partir de imágenes obtenidas por esta sonda, astrónomos del Instituto Lunar y Planetario de Houston dedujeron que la capa de hielo que recubre al satélite tiene un grosor de entre 19 y 25 kilómetros. La atmósfera de Europa resulta irrespirable puesto que su concentración de oxígeno es demasiado pequeña. Los científicos creen que el oxígeno está producido por la luz del sol o por las partículas energéticas atrapadas en el campo magnético de Júpiter, que descomponen el agua en hidrógeno y oxígeno. 
   Francisco Sierra

Albores de la Astronomía: la medida del tiempo


Albores de la Astronomía: la medida del tiempo


La observación de los astros se remonta a la prehistoria. Las antiguas civilizaciones levantaron gran cantidad de monumentos cuya estructura estaba relacionada con los puntos del horizonte por donde aparecen los astros más significativos en diversos días del año. La costumbre de observar las salidas y ocasos de determinados astros se ha podido constatar en multitud de pueblos y culturas. Estas actividades respondían al propósito de medir el tiempo.

Puede resultar sorprendente que ya en la antigüedad la humanidad lograra notables conocimientos astronómicos, pero determinados fenómenos resultan evidentes a todo aquel que tiene oportunidad de ver el cielo. La vida primitiva al aire libre propició este contacto con los movimientos de los astros desde los primeros tiempos. 

La curiosidad de los pueblos antiguos con respecto al día y la noche, al Sol, la Luna y las estrellas les llevó a la conclusión de que los cuerpos celestes parecen moverse de una forma regular, lo que resulta útil para definir el tiempo y orientarse. La astronomía solucionó los problemas que inquietaron a las primeras civilizaciones, es decir, la necesidad de establecer con precisión las épocas adecuadas para sembrar y recoger las cosechas y para las celebraciones, así como de orientarse en las largas travesías comerciales o en los viajes.        Francisco Sierra B